
lo malo de la imaginación
es que tiene un solo espectador
Universo Fabulario
Teatro de Cuentos
Acto II: AZUL DEL JUEVES
ÍNDICE & PULGAR
Escupitajos
Moda
Tableros
El cordero se levantó en Broadway
Si yo
Si ella
Fragmentos
Dijo alguien que huía desesperadamente
Ese que huía desesperadamente
Mutaciones
Cuando los hombres mueren
La calle del pibe
Azul del jueves
CULEBRAS DE BOLSILLO
Dicen que los que sólo admiten un par de ojos para ver el mundo afirman que la culebra de bolsillo es un mísero engendro ofídico que habita los zanjones del suburbio. Y cuentan que los infantes, malandrines y maleducados, las acopian en sus bolsillos entre piedras, migas de pan y eventuales monedas.
Otros saben, obviamente, que la culebra de bolsillo es un artilugio que acompaña soledades.
Cuentan que cuentan que el Recolector de Pesares busca en las iglesias fragmentos de rosarios olvidados tras las misas vespertinas. Su intuición natural le permite reconocer aquéllos que han sido oportunamente bendecidos.
Dicen que al amanecer de cada domingo selecciona un fragmento de rosario que contenga dieciocho cuentas, que lo envuelve en un trozo de lienzo y que lo oculta bajo el manto de la virgen de milagros y porfías. Más tarde, diluido en las sombras de la noche, el Recolector de Pesares recupera el envoltorio, acaricia levemente los pies fríos de la virgen y huye sigilosamente hacia los muelles del puerto.
Saben los que cuentan que el recolector espera un milagro elemental y secreto pero, y esto ocurre por obligación de los relatos, al descubrir las dieciocho cuentas de rosario es una culebra de bolsillo la que discurre entre sus manos.
Mientras las viejas damas multiplican oraciones en el templo y sus dedos articulan pulidas cuentas de rosarios, el Recolector de Pesares practica el rito en los dieciocho anillos vertebrales de su culebra.
Dicen que dicen, además, que la mutación del rosario en culebra es destino inapelable pues las mismas damas sentencian que el pecador del que hablamos es un maltrecho adorador del demonio. Por ende, la culebra es un reflejo adecuado del señor de infiernos. Analogías y cultos.
Los titiriteros y los fabuleros suelen también apañar, en los bolsillos de sus casacas, culebras de bolsillo; pero éstas obedecen a otros principios genéticos. Aunque las viejas damas del templo sostienen, para estos vivitantes, iguales juicios de valor.
SI YO
Si yo muero. Si ese temor impío me pone el cascabel de lo siniestro en el límite acaso deje a mi tristeza columpiándose en las plazas oscuras. Mi tristeza será de noche. Toda de noche. Desprendida de mí, quizás pueda vivir. Pues nada hay más triste que una tristeza prendida en la solapa de un cordero. Separada de semejante eclipse tal vez le quede tiempo para buscar mis restos y darme epitafio. Sólo espero no tener conciencia eterna del contenido que cifre su discurso. No por mí. Por ella. Temo que la obligue a permanecer culpable, mutada en estatua de piedra inútil y con jirones de alas postizas, junto a un pozo que debería perderse sin memoria.
SI ELLA
Si yo no muero. Si mi tristeza es la que muere en mi lugar no habrá que cavar fosas ni cremar materias. Ella estará intacta. Yo no seré yo. El agujero que deje en mí tal desprendimiento será de dimensiones tales que mi resto, aquello que soy sin mi tristeza, caerá por eones hacia un oscuro silencio. Al dejarme, me olvidaré de mí. Desde ese entonces ya nadie tendrá recuerdos de lo que he sido. Y ella navegará muda por los desiertos que creamos. Muda. No por obligación. No por venganza. Pero nunca jamás hablará de mí. No por dolor. No por violencia. Sólo porque sí.
AZUL DEL JUEVES
Queridas palabras aquellas. Puedo recordarlas mientras vago sin rumbo por las calles del sur, entre la brisa que sopla desde el río.
Queridas palabras. Aunque algo falta: una suerte de ausencia merodea en el brillo de los ojos.
El tren pasa rápido y el retrato fugaz de la gente en las ventanillas no alcanza a mostrarme sus deseos. ¿Hacia dónde va un tren sin nosotros? No sé.
Queridas palabras. Aunque algo queda: ese clamor lejano y azul que todavía aflora por las bocas de las estaciones subterráneas.
Queridas palabras aquellas: “azul del jueves”. Porque cuando toda esta ciudad atroz se desvaneció entre la neblina azul era jueves. Y los que no fuimos morfoseados en espectros perdimos el refugio del alma, ese sitio donde habita el paraíso posible. Tal vez por eso yo, desde aquel jueves, cada vez que hay sol, no dejo sombra sobre el piso.
EL ACTO COMPLETO PUEDE SOLICITARSE A
UniF
u n i v e r s o f a b u l a r i o

mientras la eternidad eterne.