Acto IV



[Se trata la historia de un hombre sin historia]


Universo Fabulario / Teatro de Cuentos

Acto IV: AJEDREZ, AZAR Y ANALOGÍAS


ÍNDICE & PULGAR

Orfeo
Ajedrez, azar y analogías
La invención de la noche
Elástico
La Estación del Olvido
El cielo
Horizonte
Libertad de mercado
No alucines
Mundo del mundo
Instante




Ajedrez, Azar y Analogías

El ajedrez estima su fin y calidad de juego en la elección y memoria del número de alternativas lógicas de movimientos que conducen a la supremacía de un rey (no de un reino) sobre otro. Un jugador mediocre es aquél que no establece relaciones plausibles entre el movimiento de su oponente y la respuesta correcta. La antítesis de este jugador funda el perfil de quien se constituye en maestro. Dos adversarios de jerarquía semejante conducirán su juego necesariamente a tablas a menos que movimientos no inscriptos en la matriz lúdica en desarrollo materialicen un desenlace dramático.
Se dice entonces que, de existir un vencedor, su corona luce más la evidencia del error que la perfección del genio. El juego, en los límites de su dominio, decanta en la monotonía, en la trivial equidad del aburrimiento.

Cuentan que esto fue lo acontecido en la Corte de Temper cuando sus ajedrecistas alcanzaron maestrías plenas y los registros de juego compilaron series indefinidas de tablas.
Ante la visión del tablero arrasado por el control furioso de la memoria lógica, sobre la leve piel de los escaques, Temper el rey plagiará identidades universales para desagregar leyes de azar.

Es el poder sensual del azar aquello que el rey ordena:
Cada jugador se verá obligado a mover la pieza cuya figura muestre la cara superior de un cubo lanzado sobre la tabla. Esta obligación deberá cumplirse en una de cada seis jugadas, quedando a elección de ajedrecista en cuál de ellas subordinará la exactitud de su memoria al azar de sus premoniciones.
Si la pieza determinada tras el lanzamiento del cubo no pudiera realizar movimiento, será eliminada del juego.
Si la pieza señalada por el cubo ya no se contara entre las que asumen función viva en la partida, se perderá, sin atenuantes, el juego.

Estas nuevas leyes enunciadas por el rey alteran la conducta de los ajedrecistas del reino.
Dicen que en virtud de la segunda proposición, los jugadores multiplican la libertad de acción de todas sus piezas.
Cuentan que por empatía con la tercera normativa consolidan estrategias de protección sobre todas las piezas y anulan sacrificios arbitrarios que se imponían para prolongar la vida del rey.

El juego, tras estas innovaciones, recupera y expande el número de adeptos en todo el reino. Y así como el azar, verbo esencial de las alquimias humanas, desplegó analogías dentro del juego, éste fecundó a toda la comunidad.
El Consejo dictó leyes que promovieron la libertad de todos los hombres sin distinguir jerarquías, rangos ni poderes. En un mismo movimiento se enrocaron disposiciones para garantizar la protección de todos los habitantes del reino sin marginar clases, razas, ni creencias.

Entonces los sectarios de siempre asesinan al rey, ejecutan a los miembros del Consejo, decapitan a quienes habían pensado las nuevas leyes, restituyen privilegios, prohiben el juego de ajedrez en cualquiera de sus versiones y queman todos los tableros y todas las piezas existentes en el reino. Analogías.




La estación del Olvido

Podríamos decir que un hombre llega a la Estación del Olvido. Podríamos suponer que lleva cuatro monedas en su bolsillo, que las entibia en el puño de su mano derecha, que las baña en sudor hasta sacarlas al aire, también húmedo, del andén.

El hombre pone las cuatro monedas sobre los rieles para desafiar, con semejante acto, al tren que deberá pasar. De este modo el tren justificará la historia. Sin él, ni el hombre, ni las cuatro monedas admitirían significado.

Mas el tren no pasó.
Tal vez nunca un hombre llegó a la Estación del Olvido pero cuatro monedas yacen, desde fecha imprecisa, sobre los rieles.
Queda por saber si existe historia.
Acaso quien, antes de tomar las monedas, compruebe la vibración vaga y sutil del acero de las vías construya el sentido.
Ésta es la misión del hacedor. Están convocados.

[...]

Podríamos decir que un tren arriba a la Estación del Olvido. Podríamos suponer que llegará un hombre que lleva cuatro monedas en su bolsillo, que las entibia en el puño de su mano derecha, que las baña en sudor hasta sacarlas al aire, también húmedo, del andén.

El hombre podría poner las cuatro monedas sobre los rieles para desafiar, con semejante acto, al tren que deberá partir. De este modo el hombre justificará la historia. Sin él, ni el tren, ni las cuatro monedas admitirían significado.

Mas el hombre no llegó.
Tal vez nunca un tren pasó por la Estación del Olvido pero cuatro monedas yacen, desde fecha imprecisa, sobre los rieles.
Queda por saber si existe historia.
Acaso quien, antes de tomar las monedas, compruebe la vibración vaga y sutil del acero de las vías construya el sentido.
Ésta es la misión del hacedor. Están convocados.




El cielo

Convencido por las sagradas leyes fundó su deseo de llegar al cielo.
Prestamente subió hasta el techo de su casa y estiró los brazos. Descubrió que el cielo estaba más arriba.
Fue hasta el centro de la ciudad. Trepó hasta perder el aliento por las escaleras de las torres de vidrio. En la cúspide, y sin recuperar el aliento, comprobó que el cielo estaba más arriba.
Viajó en un tour hasta las sierras y escaló sus costados. En lo alto tampoco estaba el cielo.
Las nieves eternas de la cordillera testimoniaron su ascenso. En la cima del planeta estiró los brazos. Obviamente, no tocó el cielo.
En el ocaso de su vida, tras años y años de ahorro, compró un globo y en su barquilla se remontó por el aire.
Cuando entre las heladas nubes verificó que el cielo estaba aún más arriba intentó el camino de las paradojas: se lanzó al vacío abrazado a una bolsa de arena.
Debió estrellarse en algún rincón del desierto desde donde, muerto, despedazado y tal cual las sagradas leyes prescriben se elevó hasta la meta deseada.
Dicen que ahora, desde el cielo, evalúa las ventajas del infierno.








**********

EL ACTO COMPLETO PUEDE SOLICITARSE A

UniF

u n i v e r s o f a b u l a r i o


...entonces cae la taza que fuera lanzada al cielo para crear el tiempo de esta historia; el fabulero la duerme en la palma de su mano, saluda ceremonialmente y se hunde en los caminos del desierto buscando un pueblo nuevo, un sueño viejo y los ecos de su sombra vivitante …
mientras la eternidad eterne.