Acto XXII


Si ves
esa hoja que cae del nogal, me verás.
Si recoges
esa hoja caída del nogal, no me verás:
ya estaré en el aire que respiras.

Valeria Mojijova (Lietuva)
Traducción de Sergio Francisci





La biblioteca y los libros
suelen ser presentados como un medio.
Yo deseo la biblioteca y los libros como un fin.

Sergio Francisci (Anhelos inéditos)
Traducción de Macedonio Hernández


Universo Fabulario / Teatro de Cuentos

Acto XXII: VALERIA MOJIJOVA
Traducción inconclusa de cuentos escritos por Valeria Mojijova después de muerta


ÍNDICE & PULGAR

Ignalina
Seda
Taurage
Ariogala
Nemunas
Vilkija
Kaunas
Alytus
Varena
Utena
Jonava
Nemencine
Vilnius




IGNALINA

Una hoja. Del viento. Cae. Del viento cae. Una. Cubre al árbol. Le canta al oído que no tiene. Una hoja. Le canta al árbol. Del viento. Canta. Le cuenta al oído que no tiene. Nada. Una hoja. Cuando me muera. Del viento. Una hoja. Que me canta al oído que no tengo. Porque viento. Y entonces nada. Como mi amor. Del viento. Nada. Entonces nada. Una hoja. Caída. Así será para siempre la calle de Ignalina donde te busqué todas las madrugadas. Una hoja. Cuando me muera. Del viento. Porque viento.







TAURAGE

Ahora ya ignoro todas las cosas. Ahora ya llevo los arcaísmos de la muerte en mi espalda, ahora ya el cansancio me encerró en la noche. Pero antes, cuando las cosas, supe decirte que el tiempo era blanco en Taurage y era cierto mi decir.
El desencuentro con el mundo nos da la vida. Después regresamos a su dominio para volvernos muerte y las marcas que dejamos nos olvidan. No somos más relevantes que una partícula de arena y es posible que ésta perdure, aún, después de nuestra extinción como especie. Pero cuando el desencuentro supe encontrar el tiempo blanco de Taurage y validar su propiedad. Y es blanco el tiempo de Taurage porque es el color de las gaviotas que infunden temor en las madres. Porque las madres temen a las gaviotas que roban hijos en las orillas del mar. Y es blanco el tiempo de Taurage porque es el color de las gitanas que inventan las madres para sosegar su temor. Porque las gitanas se inventan para escindir el mar de los hijos que yacen en la playa. Oprobiosos cuerpos estancados en la playa, cubiertos por partículas de arena que intentan silenciar la extinción de nuestra especie. Y yo sé, amor mío, que el blanco no es un color y también sé, ahora, que ya ignoro todas las cosas. Porque no hay mar en Taurage, ni hay gaviotas, ni madres, ni hijos, ni gitanas. En Taurage hay una monumental partícula de arena y nada más: ni siquiera hay Taurage en Taurage.







VILKIJA

En las estrellas donde muero de luz suelo escribir cartas a la noche.
Pasaron años hasta que la vejez renació en mis manos.
Sola en la lluvia recurro al eco, pondero las galaxias en los charcos. Pasajera de un reloj de arenas se me hace que el universo es su metáfora: se expande, se comprime y vuelve a revelarse. Cuerdas que vibran en el vacío, melodía del silencio, materia oscura que no comprende ese artilugio del mediodía.

En las estrellas donde muero de luz suelo escribir cartas a la noche.
Y escribo que el cielo nocturno de Vilkija sólo era negro en tus ojos, amado mío. Eso me mostraron los ciegos que son quienes pueden ver los colores más allá del mirar. Y yo sólo quería verte los colores. Yo sólo quería verte los colores de lobo arrinconado en un bosque de miedos árboles. Yo sólo quería verte los colores. Por eso te entregué al bosque, para verte los colores de lobo. Por eso te puse luz, para darte colores, para verte: lobo arrinconado en un bosque de miedos árboles. Porque yo sólo quería verte. Porque yo sola. Arrinconada en las estrellas donde muero de luz. Sola, en un rincón de la nada.








VARENA

En Varena un día me embarcaron en un ataúd de madera y me enviaron a navegar el mar de la muerte. En el avenimiento de los cortejos suelen llevar flores de sal al muelle de mi tumba con la ilusión, acaso inocente, de un regreso que jamás podré engendrar.
La compasión les amoneda el ánimo e insisten en sus cuidados porque recuerdan que yo, cuando ellos, a veces ocupaba todo mi cuerpo y, si alcanzaba, también dejaba un pequeño lugar para mí.
Pero fue la ignorancia quien me enseñó los mejores saberes de la vida. Es una pena comprenderlo en la muerte, en la eternidad inútil de esta barca, ahora que estoy desnuda, despojada del cuerpo de mí.








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EL ACTO COMPLETO PUEDE SOLICITARSE A

UniF

u n i v e r s o f a b u l a r i o







...entonces cae la taza que fuera lanzada al cielo para crear el tiempo de esta historia; el fabulero la duerme en la palma de su mano, saluda ceremonialmente y se hunde en los caminos del desierto buscando un pueblo nuevo, un sueño viejo y los ecos de su sombra vivitante …
mientras la eternidad eterne.